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Carretera Panamericana

La fuerte conexión y unidad de las vías del continente americano no es sólo una pretensión ni un hecho actual. En realidad es un proyecto que nació hace siglos.

Más de 30.000 kilómetros de asfalto, caminos y pistas unen, en un solo tramo, casi todos los países del occidente americano. Este sistema colectivo de carreteras, denominado Ruta o Carretera Panamericana, enlaza Alaska, en América del Norte, con la Patagonia, en el sur. Concretamente, desde Prudhoe Bay hasta Bahía Lapataia en Ushuaia (Argentina).

Esta carretera que se asoma desde el norte al Océano Ártico y bordea el Pacífico hacia el sur del continente, donde se encuentra con el Atlántico, inició su andadura con el Imperio Inca (entre los siglos XIII y XVI), con los llamados “caminos del Inca”. Éstos conformaban un extenso sistema de rutas que conducían a la ciudad peruana de Cuzco, que en lengua quechua significa “ombligo del mundo”. Sus vías se extendieron progresivamente, hasta que fue reconocida como la Carretera Panamericana en la V Conferencia Internacional de los Estados Americanos en 1923. Posteriormente se celebró en Buenos Aires, en 1925, el I Congreso Panamericano de Carreteras, al que siguieron los de 1929 y 1939.

Aunque la ruta Panamericana se encuentra casi completa, existe un tramo que impide que esta vía se conecte completamente. Consiste en un trecho de 87 kilómetros de selva montañosa, ubicado entre el extremo este de Panamá y el noroeste de Colombia, conocido como Tapón de Darién. El debate entre partidarios y detractores de culminar este enlace se mantiene aún hoy y atiende, entre otras, a razones medioambientales para proteger la selva tropical y también a los pueblos indígenas.

 


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